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Antonio Molina. |
Padre
de una familia de actores formada por Ángela, Miguel,
Paula y Mónica Molina, el intérprete de Soy minero
y Adiós España querida fue enterrado en el cementerio del
pueblo madrileño de Fuencarral.
El
éxito le llegó a partir de 1956, con su espectáculo Garbo.
Para entonces tenía 26 años, pero llevaba en los escenarios desde
los 14, cuando ganó un concurso en Radio España de Madrid,
intentando ser alguien en el cante. Sus comienzos habían sido
extremadamente duros.
Cantante
y cantaor de 62 años, no era, pues, Antonio Molina, un hombre
tan viejo como muchos creerían, porque empezó a cantar siendo niño
y se subió muy pronto al carro de la fama. Pero llevaba ya un tiempo
retirado por la enfermedad. Antonio Molina de Hoces Castillo
Hidalgo había nacido en Málaga en 1930.
Siendo
niño, dos veces se escapó de casa y otras tantas hubo de volver
llevado de la oreja por la Guardia Civil. A los ocho años ya
trabajaba con unos ganaderos santanderinos. Después fue lechero,
tapicero, camarero y albañil.
Quiso
ser torero. "Creo que esa es la pasión más grande que he
tenido y que tengo", decía. "No fui torero porque nunca
tuve ocasión, aunque el valor creo que no me hubiera faltado".
A
raíz de ganar aquel concurso de Radio España de Madrid,
firmó un contrato con una casa discográfica de Barcelona por
unos honorarios de 150 pesetas y los gastos de viaje. Pero nunca se
arrepentiría, porque las grabaciones fueron una de la palancas
decisivas en su gran carrera artística.
Durante
lustros era raro poner cualquier emisora de radio en España sin
que a los pocos minutos se oyera la voz de Antonio Molina.
Después vinieron los grandes éxitos teatrales. Desde 1956 hasta
1967 recorrió España y América con compañías
propias y espectáculos de enorme aceptación popular, que se
titularon Cuna de coplas, Festival de cante flamenco,
Cante y toros, La copla y el cante, Llegan los
ídolos, Coplas al viento, Vendo alegría y
Pregones de coplas.
Antonio
Molina se inscribe artísticamente en ese grupo de figuras un
tanto ambivalentes que se hacen igual a la canción que al cante. Él
triunfó en ambas facetas, aunque tuviera más eco popular en la
canción, pues fue ciertamente un gran cantante, con voz dulcísima y
melodiosa, idóneo para el género de la tonadilla y el cuplé, que
era el cauce por el que entonces se podía llegar a grandes masas de
público.
Esa
calidad de voz y su facilidad para comunicar con un público que le
era incondicionalmente adicto le sirvieron para hacer un cante
flamenco ligero, un tanto descafeinado, pero agradable y gratificante
para quienes gustaban de sus canciones.
Por
ello mismo, los estilos en que destacó, junto a otros nombres
señeros del género, como Pepe Marchena, Valderrama, o
La Niña de la Puebla, fueron aquellos de menor enjundia
flamenca, como los fandangos y fandanguillos, y los llamados cantes
de ida y vuelta, es decir, milongas, guajiras, colombianas.
Más
de mil títulos grabados es un récord que pocos artistas españoles
han logrado. También hizo varias películas de éxito, en la época
en que estaba en la cumbre como cantante. Películas, algunas, de
enorme aceptación popular, como aún hoy podemos constatar cuando
son repuestas por la televisión: El pescador de coplas, La
hija de Juan Simón, Café de Chinitas, Puente de
coplas. Y Esa voz es una mina, que se convirtió en
paradigma de su propio éxito personal.
Se
retiró en 1967, joven aún, dedicándose a la vida familiar. Pero
mantuvo siempre la añoranza por la vida del teatro y la canción. En
1986 hizo una reaparición fugaz en Madrid, sin continuidad.