Como ya se vio en la entrega anterior, tras las elecciones municipales de 1909, el pueblo de Marbella se echa a la calle contra el alcalde y el juez, alineados con la familia Chinchilla, caciques de la época, debido a la detención del médico Jiménez Ledesma. Esta protesta contra la estructura corrupta del sistema deriva en el saqueo del Ayuntamiento y la quema de mobiliario y documentos. Numerosas personas, sin excepción de mujeres y niños, fueron detenidas por la Guardia Civil.
Calle del Río en el Barrio (Marbella). |
El permanente enfrentamiento que el doctor Jiménez de Ledesma mantuvo con la pequeña oligarquía local, escudada en el control del poder municipal y habituada a las prácticas caciquiles, impulsó sin duda la creación de una organización con capacidad para enfrentarse a unos grupos que no son identificables necesariamente con grandes intereses económicos, representados en la comarca por la compañía minera The Marbella Iron Ore Company Limited y La Sociedad Colonia de San Pedro Alcántara, sino con grupos medios que desde la gestión de los recursos municipales a través de la patrimonialización de los cargos públicos dominan a una ciudadanía que ha de mantenerse dócil al cacicato liberal de los Chinchilla a fin de garantizar la permanencia del respectivo jefe político en el parlamento.
Un equilibrio que en Marbella quedará traumáticamente dislocado por la poderosa y excéntrica personalidad de Félix Jiménez de Ledesma, un médico licenciado en la Facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad de Zaragoza, que a su llegada a Marbella poseía una amplia experiencia profesional, pero cuya innovadora forma de ejercer la medicina y su poco convencional forma de vida, se bañaba desnudo en las playas de la época, chocó con la provinciana sociedad local.
Su trayectoria profesional en la localidad quedó marcada por su enfrentamiento con el doctor Félix de Zea Urbano, médico forense y director del Hospital San Juan de Dios e Hijuela Expósitos de la ciudad, quien pretendió acceder a la plaza de médico titular del d el doctor Jiménez de Ledesma. La acumulación de cargos públicos en manos de una sola persona o en los miembros de una misma familia no era infrecuente, en esta ocasión la pretensión del influyente doctor Zea fue rechazada por la corporación municipal al considerar incompatible su cargo de director del Hospital de San Juan de Dios con el de médico municipal.
Desde 1903 los dos médicos de la Beneficencia Municipal venían reclamando la dotación de una nueva plaza para atender a un servicio que el galopante aumento de la pobreza, incrementado desde la crisis de 1905, demandaba. Cuando la plaza fue creada, el doctor Jiménez de Ledesma contó con el apoyó profesional de sus colegas médicos y con el respaldo político de una corporación de clara filiación liberal con representación republicana.
La valoración que en agosto de 1908 hacía el alcalde, Manuel Álvarez Cabello, ensalzando su “laboriosidad, inteligencia y honradez” se opone a las descalificaciones a las que apenas unos meses más tarde hubo de enfrentarse.
Entre los sucesos que protagonizó Jiménez Ledesma el 12 de mayo, destaca su detención cuando se encontraba visitando a sus enfermos. Según su propia versión, una pareja de la policía municipal intentó cachearlo, la resistencia opuesta por el médico, que no se caracterizaba precisamente por su docilidad de carácter, atrajo a varias mujeres de El Barrio en su defensa. Conducido a la cárcel, situada como el Ayuntamiento en la plaza central de la ciudad, fue seguido por una multitud de personas que aumentaba a medida que se extendía la noticia de la detención.
Más de 2.000 personas llegaron a congregarse frente a las puertas de la Casa Capitular. Mientras la gran mayoría pedía a voces la comparecencia del alcalde a quien se consideraba responsable de la detención, otros intentaban presentarle una solicitud en regla en demanda de libertad. El alcalde, ante las amenazas e insultos que contra él lanzaba el conjunto de la chiquillería y las mujeres, recurrió a la Guardia Civil.
La concentración de amigos y simpatizantes del doctor Jiménez de Ledesma se convirtió en un violento motín. Entre las 6 de la tarde y las 11 de la noche del 12 de mayo de 1909, las calles del Río, San Cristóbal, San Ramón, Luna, Lucero y Sol quedaron desiertas, sus gentes cruzaron el río de la Represa, una barrera que separaba el barrio más pobre del elegante casco urbano y tomaron la plaza de la Constitución.
El Ayuntamiento fue asaltado y saqueado, la multitud recorrió las distintas estancias del edificio abriendo los balcones y arrojando el mobiliario a la calle, una inmensa pira se formó en el centro de la plaza con muebles y libros, dando lugar a una hoguera cuyas llamas alcanzaron grandes proporciones.
Mientras la multitud aplaudía la destrucción de los documentos “en los que quizá se contuviera en letras de oro la historia triunfal del odioso caciquismo”, algunos grupos insistían en localizar al alcalde, quien posiblemente fuera testigo de aquel inesperado brote de violencia desde la sede del Círculo Agrícola e Industrial, situado en la esquina de la plaza, cerca de la casa de los Chinchilla.
De allí pudo escapar saltando por una ventana, lo que llevó a sus enemigos a volver sus iras contra los domicilios de los políticos demócratas, es decir de los seguidores del general López Domínguez. Al filo de la medianoche la violencia no arreciaba, los escasos efectivos de la Guardia Civil se mostraban impotentes para controlar a una multitud compuesta en gran parte por mujeres y niños de corta edad a quienes no disuadían los disparos que las fuerzas de orden público, reforzadas por la presencia de carabineros, efectuaban al aire.
La amenaza de que el motín se extendiera, llevó al Juez de Instrucción a poner en libertad al doctor Jiménez de Ledesma, y sólo entonces cesó la violencia. Cuando el médico pisó la plaza, sus seguidores lo aclamaron, acompañándolo prácticamente en procesión hasta su cercano domicilio en la calle de la Fortaleza.
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