La presencia de piratas y corsarios en las costas y en los mares que bañan la provincia de Málaga dificultaba el normal funcionamiento de la navegación. Las autoridades intentaron impedir los asaltos a las naves de carga y los ataques a las localidades del litoral, donde causaban importantes estragos.
Torre vigía de Maro para defensa de la costa. |
Hay que aclarar que piratas y corsarios eran cosas distintas. Los piratas asaltaban cualquier buque que se pusiera a su alcance, mientras que los corsarios contrataban con la administración antes de hacerse a la mar la llamada “patente de corso”, un documento oficial por el que se comprometían a apresar solo a los barcos enemigos, respetando a los aliados y a aquellos que procedían de naciones neutrales. El reparto del botín de estos últimos también estaba reglamentado por terceras partes a dividir entre el armador del barco, la tripulación y la Hacienda Real que obtenía importantes beneficios.
Los piratas, por su parte, tenían sus bases, entre otros lugares en ciudades de Argel y Libia. Desde ellas, se hacían a la mar con embarcaciones muy marineras, y desde allí asaltaban a las naves que entraban o salían de los puertos malagueños, causando serios problemas al movimiento de los buques mercantes. Una vez capturado o hundido el barco y apoderándose de la carga y de la tripulación regresaban a sus bases donde se repartían el botín, al tiempo que fijaban el precio de los cautivos.
Unos cautivos que vivían en unas condiciones muy difíciles hasta que lograban ser rescatados por sus familiares o por alguna orden religiosa, especialmente los mercedarios, que realizaron siempre una silenciosa y desconocida labor para devolver a estos marineros a sus casas una vez abonado el rescate estipulado. Cuando eso no era posible, la familia iniciaba un peregrinar por pueblos y ciudades solicitando ayuda económica a quienes pudieran dársela.
En el Puerto de Málaga, el denominado barco de cruzada, una especie de Melillero de la época y casi el único medio de transporte para unir Málaga y Melilla, era frecuente el objetivo del ataque de los piratas de Argel, que en ocasiones tenía que ser escoltada por una fragata de guerra.
Los países europeos, incluyendo España, hicieron de la práctica corsaria algo habitual durante siglos y son abundantes en los archivos los documentos de patente de corso otorgados por la Corona. Aunque antes de que esta se concediera,el armador debía aportar un buque convenientemente armado y abastecido y con tripulación suficiente para su cometido.
Una actividad que durante siglos en el caso de España se incentivó desde el propio Estado para atacar a los barcos ingleses, quienes por su parte, también contaron con destacados corsarios como Francis Drake, que llegó a ser nombrado caballero y vicealmirante por la reina Isabel I en agradecimiento a sus relevantes éxitos contra la flota española.
Bastante desconocido es el hecho de que el Puerto de Málaga fue durante buena parte del siglo XVIII base de los corsarios franceses, entonces aliados de los españoles, que atacaban a las naves inglesas, habituales enemigas de España y Francia. Una actividad que sin duda dificultaban el tráfico marítimo con sus actividades, y de lo que se quejaban con frecuencia los consignatarios de buques malagueños.
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