Mastodon Málaga y sus historias: María Rosa de Gálvez
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lunes, 5 de octubre de 2020

María Rosa de Gálvez, una malagueña singular ( y II)

 

En la entrada anterior conocimos el origen, formación y los avatares del casamiento de María Rosa de Gálvez. Lo cierto es que el matrimonio proporcionó a la escritora constantes sinsabores personales y económicos, que ni siquiera consiguió evitar su mudanza definitiva a Madrid, efectuada alrededor del cambio de siglo. (1*)


Retrato al óleo de María Rosa de Gálvez.


En el Madrid de Carlos IV, María Rosa de Gálvez se introduce en la alta sociedad cortesana a través de familiares y amistades y entabla una relación fluida con el propio Manuel Godoy, Príncipe de la Paz’, que la distingue con prebendas y ayudas destinadas a aligerar el coste económico de la publicación de sus obras o a sortear la censura previa a la representación de las mismas.


Precisamente en esos primeros años del cambio de siglo que preceden a la muerte de la escritora, acaecida en 1806, se condensa la mayor parte de su actividad literaria, que comprende, además de un discreto muestrario de poesía lírica, seis tragedias, dos piezas trágicas menores, cinco comedias originales y otras cuatro traducidas del francés.


No es la poesía la responsable de la pervivencia literaria de María Rosa de Gálvez, sino su indiscutible y sorprendente vocación teatral en una época hostil a las mujeres con aspiraciones dramáticas.


Como autora de teatro original, destaca su versatilidad a la hora de participar en diferentes géneros, con mayor o menor incidencia de elementos populares. Se entrega al cultivo de los géneros valorados por los neoclásicos, como la comedia de costumbres o la comedia sentimental, e incluso otros menos habituales aún en la pluma femenina, como la tragedia bíblica, la de inspiración histórica o el drama, y en todos ellos se esfuerza con especial interés en tratar de compaginar el canon neoclásico con una temática que gira de forma casi monográfica en torno a la experiencia femenina en general y más particularmente a la posición de las mujeres en los inicios del siglo XIX.


Como autora de comedias, María Rosa de Gálvez consigue que algunas de sus obras sean representadas con cierta fortuna en los coliseos más renombrados de la capital. Aunque la crítica haya coincidido en resaltar su labor como escritora de comedias, es en realidad la tragedia, el más elevado entre los géneros clásicos y monopolio exclusivo de varones por tradición dramática, el que Gálvez cultiva con toda su dedicación y el que mejor muestra su deseo de labrarse un hueco como mujer escritora . Su teatro trágico revela una considerable vocación feminista, que revela la opresión sufrida históricamente por las mujeres en la sociedad patriarcal.


La producción dramática de María Rosa de Gálvez se publica y/o se representa en su totalidad en el lustro que se extiende entre 1801 y 1806.


En 1803 José de Cabrera obtiene, por mediación de Godoy, un puesto en la legación española en los Estados Unidos, y su marcha al extranjero sella la separación definitiva del matrimonio, que no se reunirá nunca más.


El final del episodio americano de Cabrera resulta notablemente accidentado, ya que apenas dos años después de su llegada es encarcelado y finalmente expulsado del país en 1805 por falsificación de la firma del embajador español para el cobro de cheques bancarios.


Por fin en 1804 ven la luz los tres volúmenes de sus Obras Poéticas. En octubre de 1806, María Rosa de Gálvez fallece a la edad de treinta y ocho años, recibiendo sepultura discretamente y sin pompa alguna en la madrileña iglesia de San Sebastián.


(1*) Información basada en el trabajo de la profesora Helena Estabier Pérez de la Universidad de Alicante.

domingo, 4 de octubre de 2020

María Rosa de Gálvez, una malagueña singular (I)

 

Fue María Rosa de Gálvez una mujer de vida singular y sin duda poco ortodoxa para la época en la que se obstinó en ser dramaturga. Nació a finales del año 1768, o quizá a principios del año siguiente, y falleció en 1806 a la edad de treinta y ocho años, dejando una lista asombrosa, por el número y la variedad de obras dramáticas, que no iguala ninguna otra autora de su tiempo. (1*)


María Rosa de Gálvez. 


María Rosa Antonia de Gálvez y Ramírez de Velasco fue hija adoptiva de los Gálvez de Macharaviaya (Málaga), una ilustre e influyente familia andaluza de políticos y militares. La reserva con la que el matrimonio Gálvez trató siempre el asunto de los orígenes de María Rosa, que pasó los primeros años de su vida en la casa de expósitos de Ronda, hace pensar que podría haber sido hija natural de su padre adoptivo, Antonio de Gálvez y Gallardo.


Aunque apenas existen datos sobre sus años de formación, es posible suponer, a la vista de la boyante situación familiar en las últimas décadas del siglo XVIII y de la variada producción literaria legada por la autora, que María Rosa de Gálvez recib una instrucción esmerada, propia de una familia ilustrada, educación que ella complementará más adelante con una notable inspiración dramática, una inagotable voluntad de trabajo y un afán de gloria desbordante, que destaca poderosamente sobre la humildad acostumbrada en las escritoras de su tiempo.


En 1789 contrae matrimonio con un primo lejano, José de Cabrera y Ramírez, también de ilustre familia oriunda de Macharaviaya, aunque de menor patrimonio. La residencia de la pareja se fija en Málaga, donde José de Cabrera, que había abandonado el ejército tras el enlace, se dedica a la administración de los bienes recibidos por su esposa como dote matrimonial y heredados tras la muerte del padre de esta, en 1792.


En la última década del siglo, María Rosa de Gálvez, en la que aún no ha publicado nada aunque ya había comenzado a escribir sus poesías líricas, se enfrenta en Málaga a diversos litigios, tanto económicos, a causa de las numerosas deudas de juego contraídas por su marido, que van mermando el patrimonio familiar como conyugales, pues las constantes ausencias de José de Cabrera y las desavenencias de la pareja conducen a repetidas rupturas, reconciliaciones y demandas ante los Tribunales.


En esos años fallece también la única hija del matrimonio, nacida en 1793, y la autora se desplaza temporalmente a Madrid para seguir de cerca algunos de los pleitos en los que los Cabrera se encontraban enfrascados. En 1796, poco después de una reconciliación matrimonial y huyendo posiblemente de las deudas contraídas en Málaga por José de Cabrera, la pareja se traslada a Puerto Real (Cádiz), donde conserva diversas propiedades.


(1*) Información basada en el trabajo de la profesora Helena Estabier Pérez de la Universidad de Alicante.


miércoles, 1 de julio de 2020

Escritoras malagueñas olvidadas

La literatura en Málaga escrita por mujeres cuenta con grandes nombres con reconocimiento universal, como es el caso de María Zambrano. Sin embargo otras, como María Rosa de Gálvez e Isabel Oyarzábal, no han gozado de la merecida atención.

Isabel Oyarzábal.
Isabel Oyarzábal estuvo desde niña en contra de los corsés sociales de su época. Como recogió en sus memorias: “Mi madre pensaba que ya tendría tiempo de apretarme cuando fuese adulta. Las otras niñas se enorgullecían de sus pequeños talles de avispa y me decían que siempre me recordarían como la niña sin cintura. Sus comentarios sólo lograron provocar mi indiferencia”.

Aquel detalle adquirió carga simbólica con los años. Nacida en 1878, hija de un matrimonio burgués y mestizo, resquebrajó el sistema patriarcal hasta conquistar nuevos espacios de igualdad y libertad. Plantó cara a Primo de Rivera para reclamar el sufragio universal y fue la primera mujer embajadora de España, cargo que ocupó en Suecia y Finlandia entre 1937 y 1939, y la primera inspectora de Trabajo, puesto al que accedió mediante oposición.

Llenó el Madison Square Garden con un discurso que denunciaba la insolidaridad internacional frente al avance del fascismo en Europa. Tuvieron que pasar más de 70 años, sin embargo, para que su autobiografía fuese editada en España.

María Rosa de Gálvez nació un siglo antes que Oyarzábal. Fue acogida por los Gálvez, aunque se sospecha que era hija natural de su padre adoptivo. Recibió una instrucción esmerada que completaría con talento y una ambiciosa aspiración dramática. Se separó de su marido, un ludópata que la llevó hasta la bancarrota, y cultivó la poesía y el teatro en una época hostil para las mujeres con vocación literaria.

Adoraba el género trágico, aunque históricamente se haya destacado su labor como escritora de comedias. Defendió a las mujeres independientes, lectoras, subversivas y viajeras, con quienes se sentía identificada.

A menudo su biografía, ejemplo de libertad, queda resumida en un solo capítulo, su presunta relación con Manuel Godoy, ministro de Carlos IV. Las cosas no cambiaron mucho en los siguientes cien años.

También el impulso feminista de Oyarzábal colisionaba con costumbres y leyes, como demuestra el hecho de que su marido, Ceferino Palencia, fuese llamado por el juez en varias ocasiones para dar su consentimiento a los viajes de su mujer, además de manejar los derechos de sus libros por su condición de administrador de su economía.

No era una sensación nueva. Isabel ya había padecido los zarpazos machistas en su paso a la adolescencia: “Un amigo le comentó a mi padre que mis piernas constituían una tentación y que debía cubrirlas. Deseé no tener piernas”.