En
la entrada anterior conocimos el origen, formación y los avatares
del
casamiento de
María
Rosa de Gálvez.
Lo
cierto es que el matrimonio proporcionó a la escritora constantes
sinsabores personales y económicos, que ni siquiera consiguió
evitar su mudanza definitiva a Madrid,
efectuada alrededor del cambio de siglo. (1*)
 |
| Retrato al óleo de María Rosa de Gálvez. |
En
el Madrid
de Carlos
IV,
María
Rosa de Gálvez se
introduce en la alta sociedad cortesana a través de familiares y
amistades y entabla una relación fluida con el propio Manuel
Godoy,
‘Príncipe
de la Paz’,
que la distingue con prebendas y ayudas destinadas a aligerar el
coste económico de la publicación de sus obras o a sortear la
censura previa a la representación de las mismas.
Precisamente
en esos primeros años del cambio de siglo que preceden a la muerte
de la escritora, acaecida en 1806, se condensa la mayor parte de su
actividad literaria, que comprende, además de un discreto muestrario
de poesía lírica, seis tragedias, dos piezas trágicas menores,
cinco comedias originales y otras cuatro traducidas del francés.
No
es la poesía la responsable de la pervivencia literaria de María
Rosa de Gálvez, sino su indiscutible y sorprendente vocación
teatral en una época hostil a las mujeres con aspiraciones
dramáticas.
Como
autora de teatro original, destaca su versatilidad a la hora de
participar en diferentes géneros, con mayor o menor incidencia de
elementos populares. Se entrega al cultivo de los géneros valorados
por los neoclásicos, como la comedia de costumbres o la comedia
sentimental, e incluso otros menos habituales aún en la pluma
femenina, como la tragedia bíblica, la de inspiración histórica o
el drama, y en todos ellos se esfuerza con especial interés en
tratar de compaginar el canon neoclásico con una temática que gira
de forma casi monográfica en torno a la experiencia femenina en
general y más particularmente a la posición de las mujeres en los
inicios del siglo XIX.
Como
autora de comedias, María
Rosa de Gálvez
consigue que algunas de sus obras sean representadas con cierta
fortuna en los coliseos más renombrados de la capital. Aunque
la crítica haya coincidido en resaltar su labor como escritora de
comedias, es en realidad la tragedia, el más elevado entre los
géneros clásicos y monopolio exclusivo de varones por tradición
dramática, el que Gálvez
cultiva con toda su dedicación y el que mejor muestra su deseo de
labrarse un hueco como mujer escritora . Su teatro trágico revela
una
considerable vocación feminista, que revela la opresión sufrida
históricamente por las mujeres en la sociedad patriarcal.
La
producción dramática de María Rosa de Gálvez se publica
y/o se representa en su totalidad en el lustro que se extiende entre
1801 y 1806.
En
1803
José
de Cabrera
obtiene, por mediación de Godoy,
un puesto en la legación española en los Estados
Unidos,
y su marcha al extranjero sella la separación definitiva del
matrimonio, que no se reunirá nunca más.
El
final del episodio americano de Cabrera resulta notablemente
accidentado, ya que apenas dos años después de su llegada es
encarcelado y finalmente expulsado del país en 1805 por
falsificación de la firma del embajador español para el cobro de
cheques bancarios.
Por
fin en 1804 ven la luz los tres volúmenes de sus Obras
Poéticas.
En
octubre de 1806, María
Rosa de Gálvez
fallece a la edad de treinta y ocho años, recibiendo sepultura
discretamente y sin pompa alguna en la madrileña iglesia de San
Sebastián.
(1*)
Información basada en el trabajo de la profesora Helena Estabier
Pérez de la Universidad de Alicante.