Siguiendo
con el citado relato del profesor Heredia Flores, las
Ordenanzas Municipales de 1878 establecían como playas
públicas las cercanas al Espigón y La Farola. En
ellas los hombres podían bañarse libremente de sol a sol, “siempre
que usen calzoncillos”. Estos mismos lugares se reservaban para las
mujeres desde la puesta del Sol hasta las once de la noche, con la
correspondiente vigilancia para que no penetrasen hombres ni niños
mayores de seis años.
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| Mujeres en los Baños del Carmen en 1920. |
Las
mujeres de los barrios populares evitaban gastarse el dinero en los
balnearios y
acudían a la playa. Guardaban la ropa en las rocas y se bañaban
habitualmente con camisa, por lo que a veces las olas y el viento les
jugaban malas pasadas. Menos pudorosas eran algunas vecinas de la
Alcazaba, que eran detenidas por bañarse desnudas.
Más
populares eran las playas de San Andrés, rodeadas de
fábricas, y donde eran frecuentes los hurtos. Desde finales del
siglo XIX, a partir de 1887, los balnearios de temporada se
instalaron en las playas de La Malagueta. Eran recintos
cerrados, de madera, que se adentraban en el mar apoyándose en
puntales de hierro y madera.
Ofrecían
baños fríos, templados y calientes y contaban con albercas
generales separadas para señoras y caballeros, y con cuartos
privados con pequeñas alberquillas, también separados por sexos. En
los Baños de Diana en 1866 un baño frío costaba un real, y
uno templado cuatro reales; el bañador de señora se alquilaba por
un real y el calzoncillo para caballeros, medio. Cerraron en 1899.
Los
Baños de la Estrella tenían un ambiente más juvenil y festivo.
La alberca de mujeres, en los bajos de la instalación, estaba
cubierta por unas enormes esteras de
esparto que garantizaban la intimidad. Con el paso del tiempo se
dotaron de servicios de café y restaurante, orquesta, cine, tranvía
y otras comodidades. Los Baños de Apolo tuvieron una
trayectoria similar.
Desde
principios del siglo XX fueron adquiriendo pujanza los baños de mar
al aire libre y al sol, por lo que estos balnearios cerrados fueron
perdiendo el favor del público. La Estrella y Apolo
cerraron sus puertas en 1938 y 1944, respectivamente. Desaparecidos
los balnearios de La Malagueta, en los años 50 se instalaron
casetas de baños para cambiarse de ropa. La parte de playa
comprendida entre el restaurante Antonio Martín y la
Residencia Militar fue acotada para uso de la Acción
Católica femenina.
Un
concepto diferente es el representado por los Baños del Carmen,
situados en la zona de la Torre de San Telmo, entre La
Caleta y Pedregalejo, que fueron inaugurados en 1918 para
satisfacer la creciente demanda de tomar baños de mar en agua
abierta y acompañados con exposiciones al sol, siguiendo el ejemplo
de moda en las playas cantábricas. Este balneario estaba dotado con
un área recreativa con restaurante, kioscos, toldos, pista de baile,
atracciones y pantalla de cine visible desde el mar.
Disponía
de casetas individuales y familiares y de un recinto para mujeres
perfectamente acotado y aislado. Luego se añadió una zona deportiva
con pistas de tenis y campo de fútbol. En 1946 se reformó la playa
reservada a las mujeres, que estaba cerrada por razones de “moral y
honestidad”.