Mastodon Málaga y sus historias: baños
Mostrando entradas con la etiqueta baños. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta baños. Mostrar todas las entradas

miércoles, 28 de abril de 2021

Los baños para mujeres (y II)

 

Siguiendo con el citado relato del profesor Heredia Flores, las Ordenanzas Municipales de 1878 establecían como playas públicas las cercanas al Espigón y La Farola. En ellas los hombres podían bañarse libremente de sol a sol, “siempre que usen calzoncillos”. Estos mismos lugares se reservaban para las mujeres desde la puesta del Sol hasta las once de la noche, con la correspondiente vigilancia para que no penetrasen hombres ni niños mayores de seis años.


Mujeres en los Baños del Carmen en 1920.


Las mujeres de los barrios populares evitaban gastarse el dinero en los balnearios y acudían a la playa. Guardaban la ropa en las rocas y se bañaban habitualmente con camisa, por lo que a veces las olas y el viento les jugaban malas pasadas. Menos pudorosas eran algunas vecinas de la Alcazaba, que eran detenidas por bañarse desnudas.


Más populares eran las playas de San Andrés, rodeadas de fábricas, y donde eran frecuentes los hurtos. Desde finales del siglo XIX, a partir de 1887, los balnearios de temporada se instalaron en las playas de La Malagueta. Eran recintos cerrados, de madera, que se adentraban en el mar apoyándose en puntales de hierro y madera.


Ofrecían baños fríos, templados y calientes y contaban con albercas generales separadas para señoras y caballeros, y con cuartos privados con pequeñas alberquillas, también separados por sexos. En los Baños de Diana en 1866 un baño frío costaba un real, y uno templado cuatro reales; el bañador de señora se alquilaba por un real y el calzoncillo para caballeros, medio. Cerraron en 1899.


Los Baños de la Estrella tenían un ambiente más juvenil y festivo. La alberca de mujeres, en los bajos de la instalación, estaba cubierta por unas enormes esteras de esparto que garantizaban la intimidad. Con el paso del tiempo se dotaron de servicios de café y restaurante, orquesta, cine, tranvía y otras comodidades. Los Baños de Apolo tuvieron una trayectoria similar.


Desde principios del siglo XX fueron adquiriendo pujanza los baños de mar al aire libre y al sol, por lo que estos balnearios cerrados fueron perdiendo el favor del público. La Estrella y Apolo cerraron sus puertas en 1938 y 1944, respectivamente. Desaparecidos los balnearios de La Malagueta, en los años 50 se instalaron casetas de baños para cambiarse de ropa. La parte de playa comprendida entre el restaurante Antonio Martín y la Residencia Militar fue acotada para uso de la Acción Católica femenina.


Un concepto diferente es el representado por los Baños del Carmen, situados en la zona de la Torre de San Telmo, entre La Caleta y Pedregalejo, que fueron inaugurados en 1918 para satisfacer la creciente demanda de tomar baños de mar en agua abierta y acompañados con exposiciones al sol, siguiendo el ejemplo de moda en las playas cantábricas. Este balneario estaba dotado con un área recreativa con restaurante, kioscos, toldos, pista de baile, atracciones y pantalla de cine visible desde el mar.


Disponía de casetas individuales y familiares y de un recinto para mujeres perfectamente acotado y aislado. Luego se añadió una zona deportiva con pistas de tenis y campo de fútbol. En 1946 se reformó la playa reservada a las mujeres, que estaba cerrada por razones de “moral y honestidad”.

martes, 27 de abril de 2021

Los baños para mujeres (I)

 

Otra de las muchas historias malagueñas que recoge el profesor Víctor Manuel Heredia Flores en su obra ‘La mirada recuperada’, tiene que ver con la recuperación en el siglo XIX de la tradición de los baños como hábito higiénico y como lugares de reunión y tertulia de la burguesía.


Reservado para mujeres en los Baños de la Estrella.


Los baños se tomaban por prescripción del médico, en algunos casos, y por higiene, en la mayoría. Entonces muy pocas casas contaban con agua corriente, ni mucho menos con cuarto de baño. En el centro de Málaga existieron varias casas de baños de agua dulce. Los Baños de Ortiz, en la antigua huerta del marqués del Vado, hoy entre las calles de Méndez Núñez y Juan de Padilla, que abrían todo el año y tenían un gran patio-huerto. A un lado del mismo estaban las tinas de mármol para los hombres, y al otro lado la alberca de mujeres, larga y estrecha y cubierta por una tupida parra. Fueron demolidos en 1893.


Los Baños de Álvarez o de Las Delicias ocupaban parte de las huertas del convento de San Francisco, inaugurados en 1844 con acceso por la calle del Marqués de Valdecañas. En su entrada había un salón con un templete de ocho columnas, con un surtidor que aprovechaba el antiguo tornavoz del convento. Ofrecía también baños medicinales al estilo, por ejemplo, de los de Carratraca. La reina Isabel II los visitó en 1862 y cerraron tras la inundación de 1907.


Los Baños de Belén estaban en una casa de la calle de Agustín Parejo, en el barrio del Perchel, donde antiguamente habían existido unos baños árabes. Debían su nombre a una imagen de la virgen que existía en una hornacina junto a la puerta. El Salón Roma era un local inaugurado en 1891 en el número 9 de la calle Larios que ofrecía servicios de peluquería y de baños de aseo para ambos sexos. El abono de una docena de baños costaba 10 pesetas. Estuvo abierto hasta 1950.


Desde finales del siglo XVIII los baños de mar debían hacerse en las playas habilitadas dentro del recinto del Puerto, con la consiguiente escasa higiene. La playa que quedaba delante de la Aduana, llamada Baños de los Ciegos o de las Mujeres, y la de Sanidad, para las mujeres; la de Pescadería para los hombres.


Debían bañarse de noche por orden gubernativa, ya que era delito hacerlo de día. No podían estar en el agua juntas personas de distinto sexo, ni siquiera aproximarse, bajo pena de uno a cuatro días de arresto. En 1821 se dispuso la colocación de centinelas para evitar que en el Baño de Mujeres se introdujeran hombres.


Desde mediados del siglo XIX se instalaron dentro del Puerto, adosados a la muralla de la Cortina del Muelle, unas construcciones de madera que se adentraban en el agua, eran los balnearios de Diana, Apolo y La Estrella. Por este motivo, para el baño del público en general quedó la playa de Pescadería, delimitando las autoridades una parte para hombres y otra para mujeres.


Hacia 1886, debido a las obras del Puerto, estos balnearios se trasladaron a La Malagueta y se prohibió el baño en todo el recinto portuario. La temporada de baños iba de mayo a septiembre, aunque no se recomendaba iniciarla hasta el día de la Virgen del Carmen.


Un artículo de prensa de 1839 habla de las excursiones nocturnas hacia la playa. Las mujeres iban de “confianza”, es decir, sin medias ni tocado, portando la comida, esteras y sillas necesarias. El baño de las mujeres se caracterizaba, según el articulista, por el griterío, las mujeres gritaban, reían y hablaban todas a la vez.

jueves, 17 de septiembre de 2020

Epidemia de peste bubónica de 1923

 Se extiende el rumor de varios casos de peste bubónica en la ciudad, sobre todo en el barrio de Huelin y en el Hospital Civil. La prensa malagueña denuncia la aparición de una epidemia maligna en la ciudad. Las autoridades son conocedoras de que se trata de un grave brote de peste bubónica, pero ocultan esta información y tratan por todos los medios de silenciar la noticia, temiendo las terribles consecuencias económicas que la declaración de la enfermedad acarrearían a Málaga.

Hospital Civil.

Con el mandato de informar al Gobierno sobre estos episodios, el 26 de febrero de 1923 acude un inspector de sanidad, acordándose la vacunación de los vecinos de los barrios afectados y de los empleados municipales.


Finalmente, las autoridades sanitarias gubernativas actúan y la ciudad, y, lo que era aún más grave, el puerto, son declarados “sucios”. Esta declaración conlleva el inmediato cierre del puerto, paralizando el comercio.


Desde el Gobierno Civil, en abril de 1923, se inician las oportunas campañas sanitarias, y se obliga al Ayuntamiento a la declaración oficial de la peste en Málaga. A finales de mayo llega el director general de Sanidad, Manuel Martín Salazar, cuyo auxilio trató de conseguir el Ayuntamiento para su campaña de instalación de baños, desaparición de esterqueras y traperías y organización de servicios de limpieza.


El día 26, el gobernador Queipo de Llano y el alcalde León Donaire asisten a la entrega del Hospital Municipal construido en los altos del Guadalmedina para enfermos infecciosos.


En octubre de 1923 José Gálvez Ginachero es nombrado alcalde, la sombra de la peste todavía se cierne sobre la ciudad. Y aunque la epidemia se erradique, la paralización del tráfico marítimo deja en una situación angustiosa a la capital.


Es evidente que una de las razones para la elección de Gálvez como alcalde, y la aprobación entusiasta de su nombramiento por todas las clases sociales, fue su decidida, y en muchas ocasiones heroica, actuación en las sucesivas epidemias que asolaron Málaga a fines del siglo XIX y principios del XX especialmente el cólera y la gripe.