Mastodon Málaga y sus historias: expulsión
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jueves, 11 de abril de 2024

Sublevación de los moriscos

 

El 20 de mayo de 1570 por orden de Juan de Austria salió de Antequera Antonio de Luna al frente de dos mil quinientos infantes y cincuenta caballos de las milicias antequeranas para marchar hacia Ronda y unirse las tropas que allí había y atacar los moriscos sublevados.


Reino de Granada.


Tradicionalmente la historiografía ha prestado una atención prioritaria a la guerra de las Alpujarras, restando importancia a otros conflictos del reino de Granada de trascendencia semejante, merecedores de un auténtico análisis global.

En el caso de la serranía rondeña, el colectivo morisco de estas tierras se sumaría al conflicto en la primavera de 1570, tras las fatídicas operaciones de Antonio de Luna. Después de una fase de negociaciones, la guerra, enarbolada por los moriscos más violentos enraizados en la sierra frente a los moriscos rurales reducidos, sería dirigida por Luis Ponce de León, duque de Arcos, hasta comienzos de 1571.

Durante estos meses la falta de medios con que emprender el conflicto por parte de los moriscos condicionó una auténtica guerra de guerrillas en la que el dominio y conocimiento del territorio fue el principal aliado morisco.

El conflicto terminó con la expulsión de los moriscos de sus tierras. Sin embargo, la continuidad de cuantiosos colectivos refugiados en la sierra condicionó su pervivencia en un acusado bandolerismo que coincide cronológicamente con la nueva etapa repobladora.

Por una parte, cuantiosos colectivos de moriscos empezaron a cobijarse en la intrincada orografía de la sierra para alimentar la efervescencia del bandolerismo, lo que dio lugar a batidas militares para reducirlos. Tras un sangriento primer año de hostilidades, el contexto mediterráneo minó la moral de las autoridades. Los contactos y auxilios del norte de África eran conocidos, pero a comienzos del 1570 se produjo la caída de Túnez

Entonces la guerra daría un vuelco intenso. Los ejércitos de Juan de Austria, el duque de Sessa y Antonio de Luna arremetieron con una ofensiva que consiguió vislumbrar los primeros destellos de una victoria. Las divisiones en el lado morisco afloraron de forma intensa y mientras los enfrentamientos, de mayor o menos importancia, se iban sucediendo, parecía que la guerra había tomado un partido claro. Pero, la primavera y el verano trajeron un nuevo panorama. Los nuevos contactos con Argel fueron paralelos a la apertura de nuevos focos en Vélez-Málaga, Sierra Bermeja y la Serranía de Ronda.

En este contexto la expulsión de los moriscos se iba planteando como la solución efectiva para acabar con el conflicto y, en esta fase final las tierras rondeñas se sumaron al conflicto. En la zona rondeña, la actuación de Antonio de Luna supuso el precedente más inmediato para la inauguración plena del esclavismo en la serranía, practicado por la población de cristianos viejos, grupos de bandoleros y soldados, que se mantendría a lo largo de los diez meses que duró el enfrentamiento, alimentando el mercado esclavista con dirección a Málaga y la baja Andalucía. En la zona malagueña ya había sido practicado con anterioridad, desde 1569, con una especial incidencia al colectivo infantil, como han estudiado varios autores.


Fuente documental: La rebelión de los moriscos de la Serranía de Ronda (1570): génesis, operaciones bélicas y dimensiones de un conflicto residual de la guerra de las Alpujarras, Miguel Soto Garrido. Centro Superior de Investigaciones Científicas. Instituto de Historia

jueves, 7 de abril de 2022

La expulsión de los ingleses

 

El 14 de marzo de 1656 se promulga la orden que que se insta a los ingleses avecindados en Málaga a que salgan de la ciudad en el plazo de tres días. A partir de ese momento también se embargaron bienes y dinero de los comerciantes británicos residentes en la provincia por valor de 9 millones de vellón, más de 7 millones de maravedís y varios centenares de miles de lingotes de plata por parte de la Junta de represalias de bienes de ingleses.


Bombardeo de Málaga en 1656.


Estos hechos hay que enmarcarlos en las medidas represivas adoptadas por la la corona de España, bajo el reinado de Felipe IV, durante la Guerra anglo-española de 1655, un conflicto bélico librado contra la Commonwealth de Inglaterra, bajo el protectorado de Oliver Cromwell, motivado por la rivalidad comercial entre ambos países en las Indias Occidentales.

Durante el conflicto se produjo el bombardeo de Málaga que tuvo lugar el 21 de julio de 1656 por parte de 5 fragatas inglesas. Las fragatas aparecieron a las 6 de la mañana en la bahía de Málaga sin que el marqués de Mondéjar, gobernador de la plaza, diera la alarma. A la 1 de la tarde las fragatas se aproximaron al puerto y atacaron una galera genovesa y otra siciliana que intentaron huir al percatarse de la presencia de los ingleses. La galera siciliana logró escapar tras perder a 2 hombres y resultar su capitán herido. La genovesa fue alcanzada sin poder salir del puerto y ardió junto con las demás embarcaciones que allí se encontraban.

Después, las fragatas comenzaron a cañonear Málaga y sus baluartes durante 4 horas, dañando gravemente la Catedral. Al notar escasa resistencia, los ingleses desembarcaron y consiguieron tirar al mar gran parte de las municiones de que disponía la ciudad. Hubo al menos 14 muertos y numerosos heridos. Gran parte de la población huyó al campo.

martes, 9 de noviembre de 2021

La expulsión de los jesuitas

 

El día 9 de abril se 1767 se publica en Málaga un Bando ordenando la expulsión inmediata de todos los jesuitas, aunque realmente la Compañía de Jesús fue expulsada de España entre la noche del 31 de marzo y la mañana del día 2 de abril.


Iglesia del Cristo de la Salud.


La práctica totalidad de los historiadores están de acuerdo en afirmar el carácter sorpresivo y drástico de la expulsión. Pese a que corrían malos tiempos para la Compañía, los jesuitas fueron acusados de instigar la oleada de motines del año anterior, nadie en su seno podía imaginar que iba a producirse tamaño acontecimiento.


Los jesuitas eran conscientes del acoso que venían sufriendo, pero no tuvieron noticia alguna de la medida que Carlos III se disponía a tomar hasta el momento mismo de su aplicación. Aunque a lo largo del año el Gobierno realizó una investigación reservada entre gran parte de los obispos españoles, no hubo filtraciones sobre su contenido.


Tampoco tuvieron ninguna noticia del decreto de expulsión, dictaminado por el fiscal Campomanes y aprobado por una sala reducidísima y previamente seleccionada de consejeros el 29 de enero de 1767. Ni tampoco de la ratificación real de dicho decreto el 20 de febrero siguiente. No trascendió el contenido de un pliego cerrado, impreso en la Imprenta Real, perfectamente incomunicada, que el conde de Aranda remitió a los jueces ordinarios y tribunales superiores de todas las poblaciones en las que había establecimientos de jesuitas, más de 120, en el que se daban las instrucciones reservadas para la expulsión, y que no podía ser abierto hasta la misma noche del primero de abril.


El secreto estaba motivado por la intención de paralizar cualquier maniobra de protesta por parte de los numerosos simpatizantes de la Compañía, sobre todo, dentro del estamento nobiliario y de las clases populares. También se quería evitar que los jesuitas pudiesen huir, enajenar sus bienes, deshacerse de sus archivos y de sus papeles comprometedores, puesto que las órdenes reales incluían la confiscación de los bienes.


En Málaga la primera iglesia de la Compañía de Jesús en la ciudad fue la del Santo Cristo de la Salud, patrón del Cabildo Municipal, situada junto a la Plaza Mayor (hoy Plaza de la Constitución). Una vez expulsada la orden y debido a su vecindad con el antiguo Ayuntamiento, este acabó albergando a la imagen del Santo Cristo de la Salud, obra del escultor José Micael y Alfaro, anteriormente venerada en una capilla de la planta baja del Consistorio, que sustituyó a la de San Sebastián.


Los jesuitas españoles, sobre todo los más cultos, al dejar de existir la Compañía, se trasladaron a Roma donde encontraron trabajo como empleados de los obispos o como preceptores de los hijos de los miembros de la nobleza. Su aportación a la cultura italiana fue muy importante y los italianos se beneficiaron de sus grandes conocimientos.