Mastodon Málaga y sus historias: melillero
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viernes, 30 de mayo de 2025

La ola del Melillero

 

La ola del Melillero es un oleaje y una subida repentina y efímera del nivel del mar en las playas de Málaga y del Rincón de la Victoria, provocado por la llegada al Puerto de Málaga del barco de alta velocidad que realiza la ruta marítima entre Málaga y Melilla.


Playa de la Misericordia.


La llegada del buque al Puerto de Málaga​ es contemplada por los bañistas desde las playas de La Caleta, La Malagueta, San Andrés, Huelin y La Misericordia. Los conocedores del fenómeno alejan sus pertenencias unos metros más adentro ya que, a medida que el buque se aproxima a la bocana del puerto, y especialmente en los días de mar calmada, se aprecia la llegada de 3 y hasta 4 olas de tamaño considerable.

Este fenómeno se ha convertido en una atracción de estas playas y en un símbolo veraniego de Málaga y cada vez ha ganado más fama debido a los videos subidos a a las redes sociales que muestran cómo las olas mojan a veraneantes incautos que yacen cerca de la orilla.

La ola del Melillero ha sido protagonista también de artículos de prensa como en julio de 2015, cuando el diario Sur recogía que una ola inusualmente mayor de lo habitual había provocado el susto y la posterior indignación de las personas que se encontraban en la playa de Sacaba.

La ruta que conecta España con África, lleva operando de manera ininterrumpida desde enero de 1917. El barco que ya opera en la ruta Melilla-Málaga , desde este mismo año, tiene capacidad para 1.670 personas, y puede albergar 2.600 metros lineales de carga en sus dos cubiertas de bodega.

viernes, 15 de enero de 2021

La llegada de la modernidad al puerto de Málaga (y II)

 

Puerto de Málaga en la actualidad.

En 1624 visitó Málaga el rey Felipe IV, interesándose por las obras del puerto y aposentándose en la Alcazaba. Dos días permaneció el joven rey en Málaga asistiendo a cuantas celebraciones se prepararon en su honor. Como tantas veces, los muelles volvieron a llenarse del habitual trajinar de la industria, pescadores vendiendo sus productos, marineros que desembarcan buscando tabernas y casas de reputación más que dudosa, palanquines que descargan los fardos de los barcos, charranes de playa que “vigilaban” sus negocios, toneleros preparando sus barriles, obreros que majaban el esparto, tapabotas de playa, navieros, trajinantes,y viajeros a punto de embarcar.


Entre estos últimos uno de los más ilustres fue Diego Velázquez, que en su segundo viaje a Italia en 1649 salió del Puerto de Málaga. Acompañaba al duque de Maqueda y Nájera, que iba a Trento para recoger a la archiduquesa Mariana de Austria, prometida de Felipe IV.


El movimiento de pasajeros y el comercio con los puertos más importantes de Europa fue constante. También con el norte de África, los llamados “presidios”, ocuparon un destacado lugar en la ruta de los buques, sobre todo a Ceuta y Melilla.


El Puerto de Málaga abastecía a la última de las citadas mediante el llamado barco de cruzada, una especie de “melillero” que atravesaba el mar de Alborán procurando evitar a los piratas berberiscos que estaban siempre al acecho. A lo largo del siglo XVII las obras portuarias permanecieron prácticamente paralizadas.


Las aguas del litoral malagueño eran por entonces muy peligrosas. No solo por los piratas que desembarcaban en las playas llevándose como esclavos a los que encontraban a su paso. También por las amenazas de flotas francesas o inglesas, que en alguna ocasión cañonearon la ciudad. El 4 de agosto de 1704 una escuadra angloholandesa de más de cincuenta buques, dirigida por el almirante Rooke se apoderó de Gibraltar. Poco después se hacían a la vela hacia aguas malagueñas, llegando en el amanecer del día 24 a sus costas y se inició la lucha. Fue la famosa batalla naval de la bahía de Málaga.


Al término de este largo conflicto Felipe V ordenó en 1717 proseguir con las obras del puerto, largo tiempo paralizadas, y las puso bajo la dirección del ingeniero Bartolomé Thurus. Se establecieron los correspondientes impuestos para sufragarlas, se redactó el oportuno proyecto y el 26 de abril de 1718 el gobernador de la ciudad informó al rey que se había puesto la primera piedra en el muelle de San Felipe.


Thurus diseñó un puerto cerrado, cuya bocana protegía con una fuerte cadena para evitar el ya crónico problema de la pérdida de fondo en la dársena por las arenas provenientes del Guadalmedina. Los trabajos continuaron bajo la dirección de otros ingenieros, entre ellos Jorge Próspero de Verboom, que ante el citado problema de aterramiento modificó el diseño anterior con un puerto “abierto”, en el que las corrientes de levante, con un flujo casi permanente, se encargarían de “extraer” los citados acarreos, el tradicional enemigo de estos muelles y de su tráfico portuario.


En 1783, a propuesta de Miguel de Gálvez, se produjo una extraordinaria iniciativa urbanística, el rey aprobó la creación de un amplio paseo sobre los terrenos portuarios situados delante de la Puerta del Mar. De aquel mismo año son los dos planos levantados por el ingeniero militar Joaquín de Villanova, uno de ellos conservado en la Universidad de Yale y el otro en el Museo Naval de Madrid.