Mastodon Málaga y sus historias: oficios
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jueves, 13 de noviembre de 2025

Los carreteros

 

Los carreteros eran transportistas que movían mercancías dentro y fuera de Málaga con carros tirados por mulas, bueyes o caballos. Su función era vital para el comercio portuario y agrícola. En el puerto, llevaban vino, pasas, aceite o hierro hasta los almacenes o el ferrocarril.


El papel de los carreteros era esencial para el comercio.


En la ciudad, transportaban materiales de construcción, leña, carbón y productos de las huertas del Guadalhorce. En los pueblos, hacían rutas largas con carros cubiertos, llevando productos hasta Antequera, Vélez o Granada. Los carros eran de ruedas macizas de madera reforzadas con hierro, y muchos llevaban una campanilla o cencerro para avisar su paso por las calles estrechas.

Los carreteros se agrupaban en cuadrillas o compañías familiares. Los más experimentados trabajaban para casas exportadoras o fábricas (como las de Heredia o Larios). Había también carreteros independientes, que esperaban trabajo en los alrededores del Puerto o la Alameda.

Su jornada era larguísima, desde el amanecer hasta la puesta de sol. Dormían a menudo junto a sus animales, en corrales o patios de los barrios bajos, especialmente en El Perchel. Tanto aguadores como carreteros estaban asociados a los barrios populares; en El Perchel, junto al puerto y la estación, lleno de almacenes, corrales y cuadras; La Trinidad, con abundancia de pozos y talleres artesanos; Capuchinos y Cruz del Molinillo, zonas de paso hacia las fuentes y los montes.

Estos barrios formaban el corazón trabajador de Málaga, un mundo de mulos, cántaros, barro y sudor, donde la vida giraba en torno al agua, las bestias y el esfuerzo físico. En los grabados y relatos de viajeros del XIX (como Ford o Richard Twiss) se describe al aguador malagueño como una figura pintoresca: “Con su cántaro bruñido, su paso firme y el burro adornado con cintas y campanillas, sube entre el polvo de las calles, saludado por los niños y las amas de casa.” Y al carretero, cubierto de polvo y sol, guiando su mula al grito de “¡Arre, la blanca!”, símbolo del trabajo humilde pero indispensable.

jueves, 30 de octubre de 2025

La huelga general de 1872

 

La huelga fue convocada para el verano de 1872, concretamente manifestaciones y paros a partir del 26 de julio de 1872 en Málaga. Fue una huelga con carácter general en la ciudad con la intención era paralizar múltiples sectores, industria, comercio, oficios, no eran simplemente acciones parciales. La huelga se inscribía dentro de las prácticas reivindicativas del internacionalismo obrero de la época, donde los trabajadores empezaban a verse como parte de un movimiento más amplio.


La huelga paralizó las grandes industrias.


Durante la huelga hubo movilizaciones, cierres de fábricas, y presión social significativa hacia las autoridades y los empleadores. Esta huelga es considerada un momento culminante en la historia del movimiento obrero local, un punto de inflexión que mostró la capacidad de coordinación y movilización de los trabajadores.

También sirvió para reforzar la influencia de la Federación Regional Española en Málaga y en Andalucía, dentro de las disputas entre corrientes obreras (anarquistas, bakuninistas, otras tendencias). No obstante, la huelga no logró todos sus objetivos inmediatos por la resistencia de los poderes locales y las limitaciones organizativas de la época. Pero dejó una huella simbólica y práctica para movilizaciones posteriores.

Este proceso ha ido estudiado en la publicación del profesor Manuel Morales Muñoz, titulado “Historia de un conflicto social: Málaga, la huelga general del verano de 1872” en el que se analiza en detalle cómo esta huelga refleja las tensiones sociales del momento y las posibilidades del movimiento obrero malagueño. La huelga se produjo en un momento de efervescencia social y política, tras la proclamación de la Primera República española.

lunes, 8 de enero de 2024

La figura del quincallero

 

Una de las figuras populares que han desaparecido de las calles de Málaga, ha sido la del quincallero, que era un vendedor ambulante con material para la costura. Era habitual que cuando llegaba el quincallero y pregonaba su mercancía diciendo ¡barato, barato!, las mujeres y los niños salían y se arremolinaban a su alrededor.


Quincallero en las calles de Málaga. Archivo: Unicaja.


Algunos de estos vendedores se transportaban en una moto pequeña, a la que se adosaba un cajón con muchos departamentos donde trasportaba sus mercancías. Le compraban colonia, brillantina, bobinas de hilo y los encargos. A veces le pagaban con habas, alcachofas o huevos, el trueque (o intercambio) como forma de pago que ha subsistido hasta hace poco tiempo.

Para poner de relieve la importancia de alguno se estos personajes en su entorno social, se puede añadir que, según publicaba el colaborador de la revista El Observador, Dela Uvedoble, «en el barrio de la Trinidad se recibía junio con alegría, no era para menos trayendo su fiesta; la llamaban Corpus chiquito aquellos que solo tenían grande las ganas de salir palante con poco más que salero. En mayo se encalaban fachadas y patios poniendo cada uno sus perrillas pá la cal y se arreglaban las macetas. La mañana del domingo onomástico amanecían las calles limpias, baldeadas la víspera. Eugenio, el quincallero, era el encargado de levantar un altar al principio de la calle, también orientaba a las vecinas en el adorno de los patios. Por ser sarasa tenía un gusto exquisito».

El mismo autor señalaba que «el momento álgido era por la tarde cuando procesionaba la virgen, antes se despejaba la calle para que cupiese el trono. El quincallero recogía sus preciosos jarrones de calamina y las ricas telas prestadas para el altar, no fueran a desgraciarse; las colchas volverían ventiladas al baúl revestido de lata coloreada».

Hasta el Diario de Sesiones de las Cortes de Cádiz, en 1810, se hace referencia al quincallero, ya que el diputado José Manuel Freyre Castrillón era conocido con el sobrenombre del quincallero porque su padre tenía un negocio de este género.

martes, 12 de diciembre de 2023

Los viejos oficios en la Sierra de las Nieves

 

Desde tiempos ancestrales los habitantes de la Sierra de las Nieves han sabido sacar provecho de los materiales que la sierra les proporcionaba. Así, sus rudas manos han moldeado, transformado y trabajado dichos materiales obteniendo como resultado algo más que meros objetos de la vida cotidiana.


Cestero trabajando en Istán.


En este sentido el esparto que crece en los inclinados montes de la comarca se constituye como la fuente de ingresos principal de muchas familias serranas. Fue el esparto una de tantas plantas cuya transformación y trabajo supusieron todo un modo de vida.

Hoy muchas de estas actividades manuales y antiguos oficios se presentan en la actual sociedad de consumo como actividades artesanales, relacionadas más como generadoras de souvenires y artículos de regalo que como trabajos manuales que un día dieron de comer al pueblo.

De aquellos antiguos artesanos quedan excepcionales muestras en cada uno de nueve pueblos de la comarca. No es difícil encontrar por las calles a alguna persona trabajando en su oficio.

Entre los viejos oficios está el de albardonero consistente en elaborar piezas del hato o aparejo de las caballerías de carga, tales como albardas, albardones, jalmas, sobrejalmas, cinchas o ataharres. Destacan los albardoneros de la localidad de Casarabonela.

Los humedales y riberas de las corrientes fluviales han sido la fuente de aprovisionamiento de la anea con la que los silleros, personas dedicadas a la fabricación de sillas, que echaban los culos a las sillas. De esta ancestral labor hay ejemplos en los municipios de Alozaina y Yunquera.

Aunque en la Sierra de las Nieves no se habla de cestas sino de canastos y canastas, que son recipientes tejidos con mimbres, juncos, cañas, varillas de sauce u otra madera flexible, no hay que confundir al canastero con el cestero, pues el cestero es el que elabora espuertas y seras con esparto. Canasteros encontramos en Yunquera y cesteros o personas que trabajen el esparto en todos y cada uno de los nueve pueblos de la comarca. Si bien, en Istán, Monda y Tolox son, tal vez, los municipios donde más arraigado se encuentra este oficio.

Esparteros y atocheros confeccionaban una infinidad de útiles y recipientes más, elaborados con esa fibra vegetal. De tal modo que tomizas, sogas, coyundas, frontiles, esteras, capazos, serones y pleitas tienen al esparto como materia prima.

Alfareros y tejeros abundaron en toda la Sierra de las Nieves, no obstante, hoy en día sólo persisten en Alozaina y, tornados en ceramistas, en El Burgo y Casarabonela. Hay que diferenciar entre alfareros, que elaboran vasijas y objetos de barro cocido y de uso más común, y ceramistas, que producen objetos con matices artísticos y decorativos, utilizando el barro, esmaltado o con engobe y sobre todo otros materiales como la porcelana, la loza o el gres.

Fragua, fuelle, yunque y martillo son los elementos que utilizan los herreros. Golpe a golpe se forjan rejas, vertederas y otros tanto útiles de hierro que se resisten a desaparecer ante el empuje de la moderna carpintería metálica, de fundición, hierro torneado y chapa galvanizada. Herreros y fragua podemos hallarlos en Guaro, Alozaina y Yunquera.


Fuente documental: Web Sierra de las Nieves