Mastodon Málaga y sus historias: Liceo de Málaga
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martes, 23 de septiembre de 2025

La escritora aventurera

 

En el siglo XIX se encuentra la figura de la malagueña María Dolores Gómez de Cádiz, nacida en 1818 y casada en 1839 con el también escritor y médico José de Velasco con el que tuvo varios hijos. Su creación literaria, artículos de costumbres, poesía y crítica literaria, actividad esta última no muy frecuente entre las mujeres de entonces, empieza en esa misma fecha, mediante colaboraciones en diversas publicaciones de prensa, tanto en medios locales como nacionales.


Dolores Gómez de Cádiz.


También fue una de las primeras mujeres en glosar las tradiciones de la Semana Santa, en particular la de la localidad de Alhaurín el Grande. Quizá sea relevante destacar que Gómez de Cádiz fue también de las mujeres que se atrevió con el género de la poesía jocosa, reservado hasta entonces a los hombres. Sus composiciones en este campo las distribuía de forma privada entre sus grupos de amigos.

Gómez de Cádiz participó activamente en las veladas literarias organizadas por el Liceo de Málaga, donde se representaron algunas de sus obras y se leyeron sus poemas. Al crearse el Liceo de Granada fue nombrada socia de mérito y perteneció también a los Liceos de Madrid y Zaragoza, siendo premiada en festejos literarios de distintas ciudades españolas.

Tras enviudar con 40 años, comienza a firmar sus trabajos con sus apellidos de soltera. A partir de entonces su vida se convirtió en una auténtica aventura, marchándose de Málaga para viajar durante décadas por Europa, norte de África y América Latina. Regresó a España en 1877 y se sabe que se instaló de nuevo en América, donde murió en fecha indeterminada a finales de siglo. Sus obras más destacadas son sus novelas Santa Casilda, con contenido histórico religioso, e Historia de una semana, publicada en Madrid. Su ciudad natal recuerda con una calle, bajo el nombre de Calle Escritora Gómez de Cádiz, a una mujer que está considerada como una de las mejores voces femeninas de su tiempo.


Fuente documental: Olvidadas. Ramón Triviño. Amazon, 2021

viernes, 1 de octubre de 2021

El poeta Juan Tejón y Rodríguez

 

Juan Tejón y Rodríguez de la Granda fue un escritor malagueño nacido el 10 de febrero de 1833 en el número 10 de la calle malagueña que lleva sus apellidos. Residió algún tiempo en Madrid donde colaboró en varios periódicos. Recibió numerosos premios poéticos y sus obras más importantes fueron Clotilde, comedia en verso de gran éxito; Ensayos en varios tomos, también en verso, y Verdades y ficciones, su libro de poesía más conocido. Murió en Málaga el 9 de febrero de 1894, en la casa en que nació.


Vista de la calle Tejón y Rodríguez en el siglo pasado.


Recibió una educación literaria esmerada. En su juventud, alentado por su íntimo amigo López Guijarro, escribió y publicó artículos, novelas y poesías en revistas de Málaga y Madrid. Dedicado, poco después de su matrimonio, a negocios comerciales, descuidó sus aficiones, que despertaron de nuevo algunos años antes de su muerte.


Fue un gran impulsor del Liceo de Málaga junto a otros como Isabel Chaix, Josefa Ugarte-Barrientos, Piñón y Silva o Fernández del Castillo y fue académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo en 1881. Escribió el célebre poema La conquista de Málaga, el libro de oraciones en verso Lágrimas de un pescador, un himno patriótico al regreso del general Espartero a Madrid, y el ensayo, de varios tomos, La catedral y la patrona de Málaga. Residió algunos años en la corte, estableciendo amistad con escritores tan notables como Grilo, Nuñe de Arce, Rodríguez Rubí, Hartzembusch y Fernández Guerra.


La calle que lleva su nombre se abrió con el derribo del Convento de San Pedro de Alcántara, que con su huerto anejo e Iglesia, ocupaba en el siglo XVIII toda la manzana hasta la Puerta de Buenaventura, y tenía su entrada principal por Carretería.

miércoles, 27 de noviembre de 2019

Creación de la Peña Malaguista

En los altos del antiguo café El Gallo, en la calle Salinas número 9, tuvo su primera sede la Peña Malaguista, la primera de carácter deportivo inaugurada en la ciudad, concretamente el día 24 de febrero de 1951, fecha en la que se constituyó la directiva, presidida por Antonio Gómez Téllez, y se bendijo el local, cuya adecuación costó 150.000 pesetas.

Acto de bendición de la Peña Malaguista.
Su fundación se había producido en noviembre de 1950. "La Peña -con más de 200 socios- se crea como centro de reunión, de tertulia, de hogar para los que gustan de hablar de fútbol sin interrupciones ni desvíos", según recogía la prensa del día. El objetivo de la entidad era el de seguir al C. D. Málaga en sus desplazamientos.

Las excursiones futbolísticas dieron paso a otras actividades y la peña se fue consolidando como una entidad con gran peso en la ciudad. Sus dirigentes quisieron recuperar el nombre 'Liceo de Málaga' y el 30 de mayo de 1975 lo incorporaron y lo antepusieron al de Peña Malaguista.

Los dos nombres convivieron hasta que en una asamblea de socios celebrada el 26 de febrero de 2003, coincidiendo con la reorganización y la nueva etapa, se decidió que la entidad se denominara Liceo de Málaga a secas.

La sede ha tenido distintas ubicaciones. La primera en la ya citada calle Salinas, al abrigo del Círculo Mercantil. Cuando se independizó pasó a la plaza de la Marina, ocupando toda una planta del edificio donde estaba la antigua cafetería Puerto Rico -hoy Mc'Donalds-.

 La Peña Malaguista tenía aquí cerca de los mil socios, lo que le obligó a buscar un sitio más amplio y se trasladó a la plaza del Carbón, en un edificio de casi mil metros cuadrados construidos. Hoy sólo tiene un tercio de esa superficie.

Fue el foco cultural de la Málaga de los años sesenta y setenta. Por sus dependencias han pasado príncipes, presidentes de gobierno, mandatarios de la Junta de Andalucía, autoridades nacionales y provinciales, afamados artistas, futbolistas, toreros, pintores, escritores y poetas.

Acaudalados empresarios malagueños se jugaron en las mesas del Liceo de Málaga grandes fortunas en los tiempos en los que el juego estaba prohibido en España, ya que  aquí se permitía jugar al bacarrá y al black jack, entre otros, en los que se hacían grandes apuestas.

A diario había un fuerte movimiento económico ante los ojos de las autoridades, que no solo lo permitían, sino que lo autorizaban. Eso generaba grandes propinas a los casi veinte empleados que había entonces en la entidad.