Mastodon Málaga y sus historias: revolución
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lunes, 23 de junio de 2025

Detención de progresistas

 

En 1851, España estaba bajo el gobierno moderado de Narváez, un periodo caracterizado por un autoritarismo creciente, represión de las libertades y persecución de los liberales progresistas. La década moderada (1844–1854) fue una etapa en la que se consolidaron instituciones conservadoras, se impuso el control sobre la prensa y se marginó al partido progresista del poder. Cualquier conato de oposición era duramente reprimido.


Archivo Histórico Provincial.


En Málaga, ciudad con fuerte presencia liberal y un importante movimiento obrero incipiente, hubo numerosas detenciones de personas identificadas como progresistas, republicanos o demócratas. Estas detenciones formaban parte de una estrategia del gobierno para neutralizar cualquier foco de insurrección tras varios conatos revolucionarios ocurridos en otras regiones.

Aunque no siempre se documentan con precisión todos los arrestos, se sabe que muchos detenidos eran miembros de sociedades secretas o clubes republicanos. Algunas de estas personas habían participado en pronunciamientos frustrados en años anteriores o estaban siendo vigiladas por sus actividades políticas. La represión incluyó arrestos sin juicio, traslados forzosos y en algunos casos torturas. Esta ola de represión ayudó a radicalizar a parte del movimiento progresista, que empezó a acercarse a posturas más democráticas y republicanas.

La represión no logró frenar del todo la actividad política clandestina, y contribuyó al descontento que culminaría en la Revolución de 1854 (La Vicalvarada), que supuso el final de la década moderada. Fueron muy comentadas las órdenes de la autoridad civil, para que fueran detenidas numerosas personas, en condición de sospechosas. En pocas horas ingresaron en la cártel cuarenta y tres individuos, varios de ellos de ideas avanzadas.

El Archivo Municipal de Málaga y el Archivo Histórico Provincial contienen actas judiciales y expedientes administrativos del reinado de Isabel II, especialmente durante la época moderada.

martes, 12 de septiembre de 2023

La revolución que comenzó en Málaga

 

Entre 1833 y 1840 España estuvo inmersa en una cruenta guerra civil, conocida como la Primera Guerra Carlista en la que se enfrentaban los partidarios de llevar al trono a Isabel II o al primo de Fernando VII, Carlos María Isidro de Borbón y que desencadenó diversos movimientos revolucionarios en distintos lugares de la geografía española durante la regencia de la reina María Cristina.


El cuartel de las tropas se ubicaba en los terrenos del actual Mercado de la Merced.


Todo comenzó el 25 de julio de 1836 en Málaga, una ciudad que llevaba ya fama de revolucionaria. Allí, como en otras partes, no había gustado el cambio de gobierno, con la destitución de Juan Álvarez Mendizábal, que había participado en los movimientos liberales que llevarían al pronunciamiento de Rafael de Riego. Se temía el retroceso, la represión, el pacto con los carlistas.

Además, en Málaga estaban descontentos con los gobernadores civil y militar Donadío y San Just, respectivamente, que eran muy impopulares y más desde que habían prohibido a los milicianos cantar El Trágala ( una canción que los liberales utilizaban para humillar a los absolutistas), salir armados o en grupos por las calles.

La noche del 25 de julio de 1836 estalló la revolución en Málaga. La milicia salió a las calles a tambor batiente, mientras gritaban "Viva la Constitución, Viva la Libertad, Mueran los tiranos y pasteleros”. Los dos gobernadores fueron linchados y asesinados por la multitud. La revolución se extendió como la pólvora. Pronto se unieron más ciudades andaluzas.

Málaga se hallaba en pleno periodo de efervescencia política. Su comandante militar era el general San Just, que había demostrado su valor en la guerra y su amor a las libertades y que fue amigo de Torrijos y López Pinto, pero poco querido de la milicia, cuyos desmanes reprimía enérgicamente. Por su parte, el Gobierno Civil estaba confiado al conde de Donadío, según narraba el cronista malagueño Narciso Díaz Escovar.

El día 25 dos piquetes de milicianos, cuando pasaban por la calle de Santa María, el general Sant Just les ordenó que volviesen a su acuartelamiento, pero fue rodeado por muchos milicianos, armados de sables, bayonetas y fusiles. San Just no perdió su serenidad, a pesar del desenfreno de las turbas y de los revoltosos. Sonaron varios disparos y San Just quedó moribundo. Al verle caer varios hombres le remataron con sus bayonetas y sables y otros arrastraron el cadáver por las calles.

Circuló por Málaga la noticia de la muerte del general y se empezó a tocar generala por todos los tambores y cornetas, reuniéndose los batallones aunque muy incompletos, y marcharon a la Plaza de la Merced, donde estaba la tropa encerrada en el cuartel, que antes había sido convento de mercenarios.

Hasta allí llegó el gobernador Donadío, para pedir el auxilio de la tropa para dominar el desorden. Los oficiales se negaron a obedecer a la autoridad civil, alegando además que ellos no tomaban las armas contra los revoltosos.

El conde, al verse abandonado dentro del cuartel y considerándose, con razón, gravemente comprometido, se mudó de traje y se puso un uniforme de cazador de las milicias de Murcia. Intentó bajar la escalera principal y se encontró con que los sublevados subían, reconociéndolo uno de ellos a la luz de un farol, sonó un disparo y el gobernador civil también cayo muerto y su cadáver fue arrastrado hasta la plaza.

Tras estos hechos, que fueron seguidos de nuevas protestas y algaradas quedaba nombrada una Junta Gubernativa, bajo la presidencia de Juan Antonio Escalante, que promulgó la Constitución de 1812, no reconociendo ni al gobierno del moderado Francisco Javier Istúriz, ni al Estatuto Real, pero que llamó a restablecer el orden y a castigar a los culpables.


viernes, 16 de abril de 2021

Los Larios huyen de Málaga

 

Estamos en septiembre de 1868, el mes en la que la llamada la Gloriosa o Revolución de Septiembre o la Septembrina, una sublevación militar con elementos civiles que tuvo lugar en toda España, supone el destronamiento y exilio de la reina Isabel II y el inicio del período denominado Sexenio Democrático (1868-1874).


Martín Larios.


Este movimiento también triunfa en Málaga, donde existía un enorme malestar entre la clase trabajadora por sus pésimas condiciones laborales. El 20 de octubre los obreros de las empresas textiles, Industria Malagueña y La Aurora, marcharon hacia el palacete de los Larios.


La familia Larios vivía en la Alameda Principal de Málaga, números 1 y 3, en lo que se llamó la Casa de los Larios, popularmente conocida por el apelativo de la gallina papanatas, por las tres bolas en forma de huevo que culminaban el edificio.


La asaltaron y persiguieron a familiares y personal de servicio. Las mujeres huyeron por el tejado; el I marqués de Larios, Martín Larios y Herreros, su hijo Manuel Domingo y su sobrino, Ricardo Larios y Tassara, fueron retenidos por la muchedumbre para después ser rescatados por la milicia.


Bajo la protección del gobernador militar, la familia Larios, que entonces manifestaron no ser conscientes del malestar acumulado entre sus trabajadores y que decidieron incrementar en un 20 por ciento sus salarios, se dirigen al puerto de Málaga, bajo protección, para embarcar rumbo a Gibraltar, desde donde viajaron a Londres y después a París, donde se establecieron durante años.


Martín Larios no volvió nunca a Málaga salvo cuando regresó de incógnito para visitar sus posesiones en Torre del Mar (Málaga), sin pasar por la capital. Entonces, un grupo de obreros de la compañía pidieron disculpas por los acontecimientos ocurridos años atrás y, a pesar de que las aceptó, el marqués regresó a Francia.


Estos hechos los refleja la prensa de la época que recoge el 19 de marzo de 1869, un suelto en el que da cuenta de la contestación del marqués de Larios a una misiva que le habían dirigido los obreros de sus fábricas en Málaga. El texto de la información rezaba, “Don Martín Larios contestó desde Torre del Mar a la carta que le dirigieron sus obreros, perdonando la agresión y excusándose de volver hasta que pasara más tiempo”.


En otros medios de prensa también existe constancia de la mencionada visita de los obreros a Martín Larios. Concretamente el 29 de enero de 1870, se publica la siguiente información, “enterados los obreros de la fábrica La Industria Malagueña, de que el patrono don Martín Larios, había vuelto a Málaga, de la que se ausentó cuando los sucesos del 20 de octubre de 1868, se presentaron en su casa y con ruegos y lágrimas le pidieron visitara la fábrica y les perdonara, pues ellos fueron instrumentos de algunos intrusos interesados”.


El fallecimiento del I marqués de Larios se produjo en la capital francesa a los 75 años de edad, después de una larga enfermedad, el día 19 de diciembre de 1873, en su domicilio de la Plaza de Eylan, número 7, en el “distrito diez y seis” de París, quedando inscrita su defunción en el Registro Civil de ese distrito.


El día 20 de enero de 1875, poco más de un año después de haber fallecido, su cadáver, acompañado en todo momento por el cura de la parroquia parisina de Saint Honoré, fue trasladado desde el puerto de Marsella, a bordo del vapor Numancia, al de Málaga, donde las distintas corporaciones locales le tributaron honores. Sus restos, según la prensa de la época, estuvieron dos días expuestos en la Catedral de Málaga donde se celebró un solemne funeral.


Luego, tras un recorrido por las calles de la ciudad, acompañado por una gran muchedumbre, sus restos mortales fueron inhumados y depositados bajo una sencilla lápida en la cripta del asilo de las Hermanitas de los Pobres de la Explanada de la Estación, regido por la congregación de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Un centro que en 1868 había mandado construir el marqués a sus expensas y que había entregado a esa orden religiosa para que lo regentara.


La inhumación de Martín Larios quedó inscrita “en virtud de mandamiento del Sr. Provisor y Vicario General del Obispado (Málaga) con fecha ocho de junio de mil ochocientos setenta y seis” en la parroquia del Sagrario, y en el Registro Central de España lo fue con fecha de primero de agosto de 1912.



Si está interesado en el tema puede conocer más pormenores en el libro ‘La herencia envenenada del marqués de Larios’ del autor https://amzn.to/2PVjEzb


miércoles, 13 de enero de 2021

Luis de Unzaga y Amézaga

 

Luis de Unzaga y Amézaga nacido el 6 de abril de 1717 y fallecido en la misma ciudad el 21 de junio de 1793 fue capitán general de La Habana, primer capitán general de Venezuela, teniente general, gobernador de Luisiana, de las costas de los reinos de Granada y Galicia.


Luis de Unzaga.


De ilustre familia, sobrino del marqués de Riscal de Alegre, Hurtado de Amézaga Unzaga, que fue gobernador de Málaga y comendador de la Orden de Santiago; hijo del alcaide de la Alcazaba de Málaga, Francisco de Unzaga-Amézaga Aperribay; nieto del regidor de Bilbao, Tomás de Unzaga Gardoqui y biznieto del comisario real y pagador de la Armada, Francisco de Unzaga Beraza; por la materna, nieto de Luis de Paniza-Ladrón de Guevara, capitán de las costas de Granada, y tataranieto del filántropo y fundador de escuelas en Lombardía, Luigi de Paniza.


Con sólo 13 años, siguiendo el ejemplo familiar, ingresó como cadete en el Ejército. Participó en la reconquista de Orán (1732) y hasta 1735 lo hizo en varias misiones en Italia. Partió en 1740 de Guipúzcoa a América, en plena Guerra del Asiento, combatió con tres fragatas de la Compañía Guipuzcoana a dos navíos de guerra ingleses. Colaboró en reorganizar a las tropas supervivientes, logrando constituir el Regimiento Fijo de la Habana.


Acompañó a O’Reilly a Luisiana para restablecer el gobierno español tras la expulsión de Ulloa en la Revolución. Allí presidió el Cabildo de Nueva Orleans hasta ser nombrado gobernador titular de Luisiana (1770), cuya población, de tradición francesa, estaba recelosa de la reciente Administración española. Durante este periodo realizó reformas urbanas y tuvo que acometer el gran incendio, decretando multas a quienes no colaborasen en la extinción de fuegos y marcando pautas de seguridad.


Su manera de gobernar fue conciliadora entre los intereses españoles y franceses, entre otras, sacando de prisión a los líderes de la Revolución que estaban vinculados a la masonería. Ordenó estudios agrónomos e incentivó la productividad agrícola, entregando parcelas a nuevos colonos de varias procedencias y creencias.


Con la promulgación de su Código en 1770, que ha sido referencia jurídica pionera, reformó la administración de justicia con la práctica de expedientes minuciosos que evitaran la ineficacia en los juicios y alivió la abusiva regulación en la adquisición de esclavos, antes de la abolición plena de la esclavitud. Aplicó políticas de relaciones pacíficas con los amerindios, haciendo prosperar así la economía de Luisiana, un tercio de los actuales EE.UU., gracias a su permisividad con el libre comercio.


Tras la llegada de tropas británicas a las Trece Colonias para reprimir las sublevaciones contra la subida de impuestos, Unzaga vio la necesidad de apoyar secretamente a los colonos norteamericanos en su independencia; para ello, poco antes de la Masacre de Boston, empezó a trazar una red de espías para informarse de los sucesos, como el Motín del Té y el asedio producido entre 1775-76.


Tras una larga carrera militar en latinoamérica, las gestiones de Unzaga, tanto en Luisiana y Venezuela, como después en Cuba y más tarde en Málaga, trascendieron la esfera militar, adentrándose en la labor de gobernador civil y político. En 1784, cuando se desató el fuerte ciclón San Juan, dispuso órdenes ilustradas, entre ellas una para proteger la extinción de cedros o la fundación de la villa de San Antonio de los Baños para las familias damnificadas.


Tras 45 años en el continente americano, al servicio de la corona española, regresó a su Málaga natal, dejando en los principales puestos de América a personas de su confianza. En Nueva España a su cuñado Bernardo de Gálvez y en la Embajada en EE.UU. a Gardoqui.


Como presidente de la Junta de Reales Obras de Málaga, una ciudad en expansión, llevó a cabo actuaciones que permitieron vertebrar la ciudad y afrontar su flujo comercial. Falleció en Málaga, donde su viuda desplegó una intensa vida sociocultural, creando sociedades femeninas filantrópicas y donde sus hijos desempeñarán también un papel destacado en la historia.

jueves, 22 de octubre de 2020

El triunfo de la revolución en Teba

 

Un guardia civil y un paisano muertos, numerosos heridos y 107 detenidos es el balance del enfrentamiento que grupos de trabajadores mantienen con la Guardia Civil en Teba el 5 de octubre de 1934, el mismo día en que se produce la importante revolución de Asturias.


Vista de Teba en 1934.

Los enfrentamientos comienzan por la noche, cuando los grupos ocupan las calles armados con escopetas y herramientas de labor. Los guardias son recibidos a tiros al intentar sofocar la revuelta y se retiran al cuartel hasta que llegan refuerzos de Campillos, Álora y Málaga para poner fin al motín.


A Teba se le comienza a llamar "la Rusia chica". Más de 7.000 mil disparos y 170 detenidos. Es el balance, en cifras, del pueblo andaluz donde cuajó la insurrección obrera vivida en España en octubre de 1934.


En el pueblo malagueño de Teba, a cientos de kilómetros de la tierra asturiana, la revolución también fue secundada por los obreros. El castillo medieval de Teba, conocido en el pueblo como Las Torres, fue testigo de la génesis de los hechos que se produjeron entre la noche del día 5 y la tarde del día 7.


Las fuerzas de la Guardia Civil dispararon 6.600 cartuchos de fusil y 696 balas de pistola. Con la represión en Asturias de fondo, las fuentes documentales confirman el procedimiento militar y ordinario que a partir de ese momento se inició contra los vecinos de Teba, que dará como resultado el procesamiento a más de 170 personas


El 16 de diciembre de 1935 terminó el consejo de guerra contra los detenidos, con penas de hasta 27 años de reclusión. En la causa militar se detallan de forma pormenorizada los detalles de los acontecimientos, las defensas de los procesados y la sentencia. Por la documentación analizada se conocen los registros que se llevaron a cabo en la población tebeña a partir del día 6 de octubre y el ingreso en prisión de más de un centenar de personas y las pertinentes requisas de armas.


Muchos tebeños se presentaron voluntariamente en el cuartel de la Guardia Civil y entregaron las armas que poseían. Otros, por miedo, las escondieron en sus corrales, en los pajares, e incluso las arrojaron en el campo, pero los minuciosos registros realizados dieron con ellas.

lunes, 24 de septiembre de 2018

Llega la radio a Málaga


El día 7 de junio de 1933 empieza a funcionar oficialmente en Málaga la primera emisora de radio: EAJ 9 Radio Málaga, después de unos días de prueba.

La emisión inaugural, que fue un éxito porque se oyó con nitidez en todos los barrios, comenzó a las 9 de la mañana con un boletín de noticias, al que siguió la actuación ante el micrófono de la Agrupación Artística y Cultural Malagueña.

Un sintonizador de radio clásico.
Pero hubo experiencias anteriores. La primera vez que los malagueños escuchan una emisión desde su ciudad fue el 11 de mayo de 1926, fecha en la que Antonio Baena Gómez pronunció una conferencia sobre las Cofradías de Málaga. La EAJ 25 Radio Málaga realizó su mes reglamentario de prueba, tras el que cerró. En la provincia, la primera emisora de radio local se sitúa en Antequera y había empezado a funcionar en 1932.

A partir de 1933 la radio en Málaga vivió un auge extraordinario, a pesar de que en el verano de 1959 en la plaza del Siglo, en la tienda de electrodomésticos Taisa, los malagueños vieron funcionar por vez primera una televisión que proyectaba imágenes del extranjero.

Ese momento coincidiría con una de las épocas doradas de la radio en Málaga, que en los años siguientes se nutriría de voces jóvenes y muy profesionales como las de Mari Tere Campos, Gonzalo Fausto, Domingo Mérida, Diego Gómez, Paco Fadón, Antonio Guadamuro, o Julián Sesmero, según relataba en el diario La Opinión de Málaga, el periodista Alfonso Vázquez, el 13 de agosto de 2011, con motivo de la publicación del libro del también periodista Joaquín Palmerola.
En el citado libro, titulado Málaga y la Radio, Palmerola, por primera vez, aborda la historia de un invento que revolucionó la vida de los malagueños tanto o más que la televisión, desde sus primeros pasos, hasta 1985.

Anécdotas, programas radiofónicos, fotografías, curiosas estadísticas de aparatos radiorreceptores. No se olvida este libro de ningún detalle, incluidos algunos guiños a la actualidad, hasta el punto de que concluye con una foto histórica, más próxima en el tiempo, la grabación que Antonio Linares Rosado, de Onda 8, realizó de una velada en Antequera con José Antonio Muñoz Rojas, Miguel Ortiz Berrocal y los hermanos Enrique y Gerardo van Dulken.