Mastodon Málaga y sus historias: Vélez Málaga
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viernes, 6 de octubre de 2023

Juan Breva, el campesino que triunfó con su cante

 

Antonio Ortega EscalonaJuan Breva’, nació en Vélez Málaga en 1844 y fallecido en la capital malagueña en 1918. De familia campesina, heredó el sobrenombre con el que era conocido su abuelo, vendedor de brevas. Aprendió los cantes en boca de su madre, cuando iban juntos, él siendo niño, a lomos de un burro. Está considerado como el cantaor más grande de los cantaores flamencos de Málaga.

Juan Breva.


Inició su carrera profesional al cante, en el Café del Sevillano, situado en la calle Siete Revueltas de Málaga, con un sueldo de 20 pesetas diarias, que superaba en el doble al normal de un cantaor por aquellos años. Solía acompañarse él mismo con su guitarra y su éxito aumentaba noche tras noche, ante un público entre el que abundaban la gente de su pueblo natal, dado que el café servía de estación de diligencias.

De Málaga se desplazó a otros puntos de su provincia, entre ellos Álora, Coín y Ronda, e igualmente ciudades y localidades de Cádiz y Córdoba. Sus actuaciones se sucedían como primera figura en los cafés cantantes malagueños de El Turco, España, Chinitas, entre otros.

El año 1883 realizó una gira por Andalucía, Extremadura y gran parte de Levante. Fue el único cantaor que mereció el alto honor de cantar en el Palacio Real de Madrid y en presencia de los reyes Alfonso XII y María Cristina.

Para dar una idea de la clase de artista que era Juan Breva, basta decir que el año 1884 cantaba en Madrid en tres espectáculos, en el teatro Príncipe Alfonso, en el café del Barquillo y en el café del Imperial.

Impulsor y creador de las malagueñas y verdiales, cantaba todos los palos, fandangos, fandango verdial, fandango abandolao, fandanguillos, malagueñas, soleares, peteneras y guajiras. En 1906 cantó para Alfonso XIII en Málaga. Se atrevió a pedirle que le repusiera una pensión que le había concedido Alfonso XII y que llevaba unos años sin percibir.

Sus últimos años fueron difíciles, ya casi ciego y sin dinero. Hubo de malvender uno de aquellos alfileres regios de oro para vivir sus últimos días, y sus colegas del cante hicieron una colecta para pagarle el entierro. Falleció el 8 de junio de 1918. Dado que desde 1929, nadie se ocupó de su sepultura, sus restos desaparecieron el 15 de mayo de 1933, al no haber sido pagados los derechos correspondientes.

La creación de una peña flamenca en Málaga con su nombre en 1958 y la dedicación de una calle en la barriada de Ciudad Jardín (Málaga) y otra en Vélez Málaga, así como denominar con su nombre, a partir de 1976, el festival flamenco anual de su ciudad natal, constituyeron los primeros homenajes a su personalidad artística.

miércoles, 10 de marzo de 2021

Modesto Laza Palacios

 Modesto Laza Palacios nació en Vélez-Málaga, capital de la comarca de la Axarquía, el 24 de marzo de 1901. Siendo aún muy niño quedó huérfano de ambos progenitores, circunstancia que motivó que se trasladase a Málaga capital, a casa de su tío Enrique Laza Herrera, hermano de su padre, sin hijos y farmacéutico de profesión.

Modesto Laza Palacios.

Modesto cursó el bachillerato en el Instituto General y Técnico de Málaga. Concluidos estos primeros estudios, influido quizá por el ambiente en que se desenvolvía su tío Enrique, inquieto investigador y miembro de la Sociedad Malagueña de Ciencias, se traslada a Granada, donde inicia la carrera de Farmacia, licenciatura que concluirá en la Universidad de Madrid.


A partir de 1923, el joven Modesto decide realizar un proceso de ampliación de sus estudios universitarios asistiendo a una serie de cursos especializados sobre temas relacionados con la síntesis orgánica, la microbiología, la bacteriología y las técnicas microanalíticas. Ultimados estos cursos, regresa a Málaga para dedicarse de lleno a la especialidad de análisis clínicos de laboratorio, en cuya actividad adquiere gran prestigio.


A partir del año 1930, comienza a estudiar la flora y vegetación de las sierras de Tejeda y Almijara y de la Serranía de Ronda. Paralelamente a esta actividad científica, y una vez proclamada en España la II República, su preocupación social y política le lleva a presentar su candidatura en las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 en las que resulta elegido concejal, por 885 votos, en representación del distrito 32 de Málaga.


Al iniciarse la Guerra Civil, los estudios que estaba realizando para su doctorado, que se encontraban ya prácticamente terminados, quedan interrumpidos por el obligado paréntesis impuesto en este enfrentamiento. Concluida la contienda en 1939, durante un breve tiempo sufre prisión en Burgos y luego es desterrado a Valladolid, hasta que, puesto definitivamente en libertad, puede por fin, en 1940, presentar su tesis doctoral en la Universidad de Madrid, cuyo tribunal le concede, por unanimidad, la calificación de sobresaliente.


A partir de entonces, se dedica al laboratorio y farmacia de su tío, quien, delicado de salud, se retira voluntariamente. Durante los años en que simultanea este tipo de trabajos con sus investigaciones botánicas, se despierta en el ilustre farmacéutico una ferviente inquietud por salvar de la destrucción la entonces finca de La Concepción, abandonada a su suerte desde hacía unas décadas. Su clamor llegó hasta el punto de que, en 1956, es invitado por el Ateneo de Madrid para pronunciar una conferencia al efecto con el título de Málaga y su flora ornamental.


En ella esboza una semblanza de destacados personajes malagueños, así como de ilustres extranjeros afincados aquí atraídos por las excelencias de Málaga, y, en un apasionado afán propagandístico, entra en un recorrido histórico de la provincia, ensalza su clima y da a conocer las maravillas de la ciudad, de tal modo que la flora ornamental de Málaga aparece al final de su conferencia como tema forzoso.


El fallecimiento de este ilustre veleño afincado en Málaga tuvo lugar en 1981, tras una larga y penosa enfermedad que lo tenía apartado casi por completo de toda actividad cultural. 



domingo, 11 de octubre de 2020

Anita Carmona Ruiz, la malagueña que hizo historia en el fútbol

 

En los años 20 y 30 del pasado siglo las mujeres tenían prohibido practicar el deporte del fútbol, porque los médicos consideraban que era “perjudicial para la salud”.


Ana 'Nita' Carmona Ruiz.


Pero hubo pioneras que quisieron romper las normas establecidas. Este fue el caso de Anita Carmona Ruiz, una malagueña nacida el 16 de mayo de 1908, que llegó a vestirse de hombre, cortándose el pelo y colocándose vendas en el pecho para disimular su silueta y poder jugar en los equipos masculinos de la época. Nita, como era conocida popularmente, desafió las reglas, gracias a la ayuda de algunos hombres, que le permitieron disputar partidos con el Sporting de Málaga y el Vélez CF.Veleta' era el apodo que sus compañeros de equipo pusieron a Ana Carmona, “porque para jugar se transformaba en hombre”.


Nita nació en el popular barrio de Capuchinos, y era la hija menor de un estibador del puerto, donde por aquel entonces los marineros ingleses jugaban a un extraño deporte llamado ‘football’. No pasó calamidades, pero sí castigos morales y numerosas descalificaciones, cuando ya en edad juvenil participaba en los partidos que se disputaban en la explanada cercana al cuartel de Artillería y que años más tarde, en 1925, se convertiría en el campo de las Escuelas Salesianas, hoy en día el popular campo de Segalerva.


Nita Carmona cumplió su sueño y consiguió disputar numerosos partidos, primero con el Sporting de Málaga y luego con el conjunto veleño, a donde fue ‘desterrada’ por su familia tras enterarse de lo que estaba haciendo. En la capital de la Axarquía vivían unos parientes, y sus padres decidieron, por consejo de un tío médico, que lo mejor para ella era que se marchara al pueblo “para no seguir poniendo en riesgo su vida”.


El párroco Francisco Míguez Fernández fue su gran valedor. Enamorado de este deporte y al amparo de las directrices educativas salesianas, fundó el Sporting de Málaga, equipo que, con el tiempo, fue uno de los más representativos de la ciudad.


Con la creación de la Federación Sur y la Junta Local de Árbitros, se extendió la prohibición de que pudiera jugar una mujer en una competición para hombres, lo que limitó la presencia de Nita en los campos de fútbol hasta el punto de que algunos guardias urbanos controlaban, a demanda federativa, los partidos que se disputaban en Segalerva por si ella aparecía y salía a jugar, evitando así que algunos espectadores le propinaran insultos, y que al final de todo originaba una denuncia a la jugadora.


martes, 24 de marzo de 2020

María Zambrano, doctora ‘honoris causa’

El 19 de diciembre de 1982 la filósofa María Zambrano es nombrada doctora honoris causa por la Universidad de Málaga, un año después de haber obtenido el premio Príncipe de Asturias.

María Zambrano tomó posesión el 24 de marzo de 1987, en su domicilio madrileño, del título que le había concedido la universidad malagueña cinco años antes. Fue un acto breve y emotivo. La autora de Filosofía y poesía y Claros del bosque, ataviada con un ligero vestido negro y un chal blanco, prometió fidelidad a la universidad y dio las gracias a los asistentes. En tres ocasiones anteriores, la ceremonia de imposición había sido pospuesta debido al precario estado de salud de la escritora, nacida en Vélez-Málaga y que contaba entonces con 82 años.

María Zambrano.
Tras las palabras de Juan Fernando Ortega, profesor titular de Filosofía de la universidad malagueña, la escritora María Zambrano se ciñó a sí misma el birrete azul celeste sobre su cabellera blanca y ondulada de leves tonos rojizos. Posó por un momento para los fotógrafos y las cámaras de televisión.

Había escuchado sentada el parlamento del profesor malagueño, mientras las autoridades académicas permanecían en pie. Un ligero gesto del rector, José María Martín Delagado, impidió que se levantara para la imposición del birrete, y ella misma se lo ciñó, ladeándolo ligeramente. Más tarde, el rector malagueño repitió la ceremonia y pronunció unas palabras de agradecimiento y afecto.

Se trató del segundo gran homenaje a "uno de los pensadores más profundos y originales que ha dado España durante el siglo XX", como afirmó Juan Fernando Ortega. El anterior reconocimiento fue la concesión del Premio Príncipe de Asturias en 1981, cuando aún estaba en el exilio.

María Zambrano salió de España en 1939; residió en Francia, Estados Unidos, México, Cuba, Puerto Rico y Suiza hasta su regreso, el 20 de noviembre de 1984. Fueron, por tanto, 45 años de ausencia, durante los que no dejó de escribir sobre su país: Los intelectuales en el drama de España (1937), La España de Galdós (1960), España, sueño y verdad (1965).

A su regreso declaró: "¿Volver a España? Yo nunca me he ido". Considerada por el filósofo rumano Cioran como la más original creadora de los discípulos de Ortega, su pensamiento y su palabra precisa y luminosa no dejaron nunca de producir obras en las que relaciona disciplinas y profundizó en la filosofía, la estética, la religión y la poesía. Ya en 1955, Zambrano comenzaba su ensayo El hombre y lo divino con la siguiente frase: "Una cultura depende de la calidad de sus dioses".

María Zambrano miraba el día de su merecido homenaje asustada al repleto salón de su casa. Una cincuentena de personas, entre amigos -muchos poetas- y periodistas, asistieron a casual autoimposición como autoridad académica.

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